domingo, 22 de febrero de 2015

Sobre la anhelada y mal llamada a veces LIBERTAD...

¿Que tan libres somos?


Pensándolo bien muy poco, somos esclavos del tiempo, de los compromisos, de las responsabilidades y de nuestra propia incompetencia, somos esclavos de cuanto nos negamos y reprimimos, somos esclavos de lo que decimos y vamos labrando con cada palabra un paradigma en el que la gente nos enmarca porque nosotros mismos nos encerramos en él.

Somos esclavos de cuanto hacemos a la luz del mundo y ante los ojos de todos, esclavos de apariencias y de las modas, esclavos de los estándares y calidades que siempre se ponen en frente, pero esclavos, siempre esclavos; la libertad es mencionada por doquier en estos días, pero disfrazada de paquetes telefónicos de redes y de consumo, disfrazada de  una pinta o la otra, disfrazada de fines de semana perfectos que se esperan desde que llega el lunes.

Las libertades modernas van de la mano con un gasto económico, relaciones sin compromiso, encuentros esporádicos, no seguir horarios, vidas acomodadas de acuerdo a libretos organizados siguiendo parámetros establecidos por “el sistema” compuesto de los medios de comunicación y las tantas pautas publicitarias mostrando vidas que se salen de lo real, de lo cotidiano.

Actualmente el imaginario es que todos somos tan libres como la pantallita del smarthphone o el perfil de nuestras redes sociales lo demuestre, y queremos una vida tranquila, agradable y asequible ya, al instante, todo esto pareciera ser producto todo esto de la mentalidad pobre dejada por esos señores que en los 80 y 90 se tiraron el país con la magia de ser ricos de la noche a la mañana, podría ser, no necesariamente lo es.

No podría hablar de libertades sin mencionar a uno de mis escritores favoritos (no quiere decir que tenga muchos, no soy tan “culto”) José Saramago, quien muestra tantas formas de libertad y de cruda realidad en sus libros que eriza la piel y se hinchan los corazones de solo imaginar que pudiesen ser reales, un pueblo tan libre que voto en blanco, sus gobernantes los sitiaron y abandonaron a su suerte y no pereció, por el contrario, revivió el respeto por el otro y se enalteció el sentido de pertenencia, eso es simplemente bello, magnifico e inimaginable para nuestras ciudades, pienso yo que llegar a estos puntos no necesita un grado alto de educación, todos los habitantes de una ciudad no deben ser profesionales, pienso más bien que deberían hacer lo que mencionó Jaime Garzón en determinado momento, “no pasar por encima del corazón de nadie”.

¡Que sueños los míos!, difíciles de conseguir en todo caso puesto que hoy por hoy la vida dura, de trabajo de esfuerzo es “aburrida” y todos queremos una vida emocionante, queremos tener más sin salir de nuestra zona de confort. Nos cuesta creer que la vida en realidad no es fácil, nos cuesta creer que la vida es cruel y que la realidad nos arrasa cada tanto para mostrarnos que esa libertad que tanto nos venden es de papel, de papel moneda a decir verdad.

La verdad este tema de las libertades es largo, daría para escribir unos cuantos libros hablando sobre todos los tipos en los que esta se manifiesta, pero viéndolo “minimalistamente” podemos decir que es libre quien más ama, su trabajo, su familia, su ser, quien más se ama a si mismo está en paz con sus demonios, tiene una vida tranquila y podría en cierta medida ser libre.

Es libre aquel que tiene saldadas sus deudas internas, porque entendió que la culpa no es la salida, porque sabe que no existen ni pasado ni futuro, que solo él momento vivido es lo importante y es consciente de cuanto lo rodea y el impacto que tienen sus actos en la vida de los demás, así evitaremos pasar por encima de los demás y con carácter evitar que pasen sobre nosotros para ser en realidad más LIBRES.

La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí mismo.”

Michel de Montaigne

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