¿Que tan libres somos?
Pensándolo bien muy poco, somos esclavos del tiempo, de los
compromisos, de las responsabilidades y de nuestra propia incompetencia, somos
esclavos de cuanto nos negamos y reprimimos, somos esclavos de lo que decimos y
vamos labrando con cada palabra un paradigma en el que la gente nos enmarca
porque nosotros mismos nos encerramos en él.
Somos esclavos de cuanto hacemos a la luz del mundo y ante
los ojos de todos, esclavos de apariencias y de las modas, esclavos de los
estándares y calidades que siempre se ponen en frente, pero esclavos, siempre
esclavos; la libertad es mencionada por doquier en estos días, pero disfrazada
de paquetes telefónicos de redes y de consumo, disfrazada de una pinta o la otra, disfrazada de fines de
semana perfectos que se esperan desde que llega el lunes.
Las libertades modernas van de la mano con un gasto
económico, relaciones sin compromiso, encuentros esporádicos, no seguir
horarios, vidas acomodadas de acuerdo a libretos organizados siguiendo
parámetros establecidos por “el sistema” compuesto de los medios de
comunicación y las tantas pautas publicitarias mostrando vidas que se salen de
lo real, de lo cotidiano.
Actualmente el imaginario es que todos somos tan libres como
la pantallita del smarthphone o el perfil de nuestras redes sociales lo demuestre,
y queremos una vida tranquila, agradable y asequible ya, al instante, todo esto
pareciera ser producto todo esto de la mentalidad pobre dejada por esos señores
que en los 80 y 90 se tiraron el país con la magia de ser ricos de la noche a
la mañana, podría ser, no necesariamente lo es.
No podría hablar de libertades sin mencionar a uno de mis
escritores favoritos (no quiere decir que tenga muchos, no soy tan “culto”)
José Saramago, quien muestra tantas formas de libertad y de cruda realidad en
sus libros que eriza la piel y se hinchan los corazones de solo imaginar que
pudiesen ser reales, un pueblo tan libre que voto en blanco, sus gobernantes
los sitiaron y abandonaron a su suerte y no pereció, por el contrario, revivió
el respeto por el otro y se enalteció el sentido de pertenencia, eso es
simplemente bello, magnifico e inimaginable para nuestras ciudades, pienso yo
que llegar a estos puntos no necesita un grado alto de educación, todos los
habitantes de una ciudad no deben ser profesionales, pienso más bien que
deberían hacer lo que mencionó Jaime Garzón en determinado momento, “no pasar
por encima del corazón de nadie”.
¡Que sueños los míos!, difíciles de conseguir en todo caso
puesto que hoy por hoy la vida dura, de trabajo de esfuerzo es “aburrida” y
todos queremos una vida emocionante, queremos tener más sin salir de nuestra
zona de confort. Nos cuesta creer que la vida en realidad no es fácil, nos cuesta
creer que la vida es cruel y que la realidad nos arrasa cada tanto para
mostrarnos que esa libertad que tanto nos venden es de papel, de papel moneda a
decir verdad.
La verdad este tema de las libertades es largo, daría para
escribir unos cuantos libros hablando sobre todos los tipos en los que esta se
manifiesta, pero viéndolo “minimalistamente” podemos decir que es libre quien
más ama, su trabajo, su familia, su ser, quien más se ama a si mismo está en
paz con sus demonios, tiene una vida tranquila y podría en cierta medida ser libre.
Es libre aquel que tiene saldadas sus deudas internas, porque
entendió que la culpa no es la salida, porque sabe que no existen ni pasado ni
futuro, que solo él momento vivido es lo importante y es consciente de cuanto
lo rodea y el impacto que tienen sus actos en la vida de los demás, así
evitaremos pasar por encima de los demás y con carácter evitar que pasen sobre
nosotros para ser en realidad más LIBRES.
“La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí
mismo.”
Michel de Montaigne
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